España ha apostado por la desalación de agua para riego agrícola como un complemento al déficit hídrico estructural de algunas zonas de su territorio y está demostrando que el agua desalada es un recurso sostenible y rentable para la agricultura.
Concretamente se estima que el 20 por ciento del agua desalada producida en nuestro país se destina a la agricultura y en algunas zonas, este porcentaje es mucho mayor, por ejemplo en la Demarcación Hidrográfica del Segura el 60,8% del agua desalada es para uso agrícola.
De hecho la producción de agua algunas de las grandes plantas desaladoras con las que contamos en el sureste peninsular se destinan casi en su totalidad al uso agrario, como por ejemplo las plantas de Torrevieja y la de Águilas-Guadalentín.
El agua obtenida a través de la desalación se integra al total de recursos de agua con que cuentan los agricultores para el riego de sus cultivos: aguas superficiales, aguas subterráneas y aguas reutilizadas, recurso este último que cada vez se utiliza más también.
Y lo cierto es que aunque el debate político en ocasiones puede llevar a conclusiones erróneas, a nivel técnico la desalación nunca ha pretendido competir con otras fuentes tradicionales de agua, sino que se entiende como un complemento básico para hacer frente a la escasez del recurso, como consecuencia del estrés hídrico de algunas regiones.
Esto es una realidad principalmente en algunas de las islas del archipiélago canario y en las provincias de Alicante, Murcia y Almería, todas ellas caracterizadas por escasez de agua y en las que la importancia de la agricultura como motor de la economía local, ha propiciado el desarrolla de una agricultura de alto valor añadido potenciada por la creación de una industria agrícola altamente tecnificada en la que el agua desalada juega cada vez un papel más relevante, dadas sus ventajas en detrimento de sus inconvenientes.
Estos últimos, en el caso del agua desalada marina, se reducen a un precio más elevado y a requerimientos especiales de calidad del agua para que tenga la salinidad óptima, de tal forma que no afecte a los cultivos ni a la estructura del suelo y su impermeabilización, técnicamente unas cuestiones sencillas de resolver.
Ventajas del uso de agua desalada para la agricultura
Quizá la mayor ventaja por obvia que sea es que esta tecnología permite disponer de un recurso hídrico inagotable que no depende de la climatología, como es el agua de mar. Algo que en regiones semiáridas, como el levante español, que se caracteriza por la irregularidad de precipitaciones y sequías recurrentes, es sin duda primordial.
Y esta disponibilidad ininterrumpida del recurso agua permite a su vez asegurar las producciones con total independencia del clima, posibilitando a su vez una mayor capacidad de regular la producción con la creación de sistemas de almacenamiento de agua.
Además, existen estudios que abalan el incremento de la productividad y de la calidad de los productos producidos, cuando se riegan con agua desalada. Y en este sentido no podemos olvidar que la calidad del agua desalada puede ajustarse totalmente para combinarse con las necesidades específicas de un determinado suelo o cultivo, obteniendo así un agua a la carta.
Por otro lado, también el uso de agua desalada permite unos menores requerimientos de consumo de agua, así como de mano de obra, productos químicos y automatización.
Adicionalmente la desalación hace posible la recuperación de suelos salinizados o degradados, permitiendo el uso de aguas salinas que de no ser por estas tecnologías no podrían utilizarse para el riego agrícola.
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