Agricultura y escasez hídrica

26 abril 2022

 

El agua es vital para la producción agrícola y, por tanto para la seguridad alimentaria de la población mundial. Básicamente sin agua, no habría alimentos. Y en un mundo cada vez más poblado y con recursos hídricos finitos, gestionar la futura evolución del uso de los recursos hídricos para la agricultura es, sin duda, uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos.

La agricultura es actualmente, sin duda, el principal consumidor de agua. Se estima que, de los recursos hídricos convencionales disponibles a nivel mundial, el 70 por ciento se destina a la agricultura, el 11% al uso municipal y abastecimiento y19% a usos industriales. Pero es que además, la producción agrícola mundial se ha triplicado en los últimos cincuenta años, y más del 40 por ciento del aumento de la producción alimentaria proviene de las zonas de regadío, que ha duplicado la superficie neta cultivada a nivel mundial, según datos de la FAO. Asimismo la agricultura de regadío representa el 20 por ciento del total de la tierra cultivada y aporta el 40 por ciento del total de alimentos producidos en todo el mundo.

En este contexto, y dado que los recursos hídricos se reparten de manera heterogénea en el planeta, aquellos lugares donde las precipitaciones son insuficientes, la producción agrícola futura se verá mermada, de no ser posible una planificación previa que permita la incorporación de recursos hídricos no convencionales, como son la desalación y reutilización de agua.

Un ejemplo representativo para muchos otros países o regiones con escasez hídrica

Y en este sentido, el ejemplo de nuestro país puede resultar representativo para muchos otros países o regiones que comparten la problemática de la escasez hídrica en sus territorios.

La desalación de agua a nivel mundial se ha ido extendiendo en países y regiones en los que hay una gran escasez hídrica. En un principio esta tecnología se utilizaba en aquellos casos en los que no había otra solución. Sin embargo, con el desarrollo de la desalación por ósmosis inversa que ha reducido de manera considerable los gastos asociados a la producción de agua desalada, en las última décadas la desalación de agua está convirtiéndose también en algunos casos en un seguro de suministro, algo que a inevitablemente está incidiendo en un mayor abanico de usos.

Si bien es cierto que el principal uso del agua desalada sigue siendo el abastecimiento, cada vez más diferentes industrias están apostando por esta tecnología para la obtención de agua de calidad. Sin embargo, el uso agrario del agua desalada, sigue siendo aún minoritario, y se estima que ronda el 3 por ciento de la producción total del agua desalada producida a nivel mundial.

España no es ninguna excepción en esta evolución del uso de esta tecnología, como demuestra su historia. En un principio, la desalación de agua se extendió por las Islas Canarias, especialmente en las islas más orientales, durante la década de los años 60 y 70. Pero será a partir de los años 80 y 90, de la mano del desarrollo de la tecnología de ósmosis inversa, que permiten desalar agua de mar de manera cada vez más eficiente, cuando el uso de la desalación se extiende también a otros territorios, en los que la escasez de agua no es tan estructural, pero sí puede ocurrir en episodios de sequía: la desalación de agua pasa entonces a entenderse como un seguro de suministro.

Desde entonces, España apostó por la desalación de agua primero y por la reutilización décadas después para el riego agrícola, como un complemento a los escasos recursos hídricos de algunas zonas de su territorio peninsular e insular.

Actualmente, se estima que el 20 por ciento del agua desalada producida en nuestro país se destina a la agricultura, especialmente en algunas de las islas del archipiélago canario y en las provincias de Alicante, Murcia y Almería, todas ellas caracterizadas por escasez hídrica y en las que la agricultura supone uno de los principales motores de la economía local.

En este sentido, podemos destacar que cinco de las grandes plantas desaladoras ubicadas en el sureste de la Península (Carboneras, Campo de Dalías, Águilas, Valdelentisco y Torrevieja) están destinando a día de hoy más de la mitad del agua que producen al riego agrícola, llegando a alcanzar hasta el 80% en la planta desaladora de Torrevieja y el 97% en la planta desaladora de Águilas.

 

 

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