Desalación de agua y turismo en España

1 septiembre 2021

Un verano más, la desalación de agua ha hecho posible que no falte agua en las zonas turísticas de nuestro país que se caracterizan por la escasez hídrica: Islas Canarias, Islas Baleares y la costa mediterránea.

A pesar del paréntesis vivido como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 y que ha supuesto en las dos últimas temporadas de verano un abrupto descenso del turismo internacional, poniendo freno a las cifras de récord de los años precedentes, en España, verano y turismo van de la mano. Y es obvio que el turismo constituye un sector fundamental de la economía de nuestro país y representa un importante porcentaje del PIB.

A su vez, el turismo va de la mano del uso de agua. De hecho, se estima que el gasto medio de agua de un turista en nuestro país puede llegar a ser entre tres y cuatro veces más que el consumo de un residente. Mientras que un ciudadano consume de media 132 litros al día, el gasto medio por turista oscila entre 450 y 800 litros al día, dependiendo de la estación del año y de la zona que visita.

Si bien en relación con otros usos mayoritarios del agua, como el de la agricultura o incluso la industria, el turismo no supone un gran consumo de agua, en nuestro país las zonas más turísticas coinciden con las regiones con mayor escasez del recurso, concentrándose mayoritariamente en la costa mediterránea y en los archipiélagos, y hay ciudades costeras españolas de estas regiones que incluso llegan a cuadriplicar su población en temporada alta, por lo que el abstecimiento de agua es todo un reto.

Hay que tener en cuenta además que cuando hablamos del consumo de agua por el turismo, no sólo nos limitamos al consumo de agua para beber, sino a todas las actividades relacionadas con el turismo y la hostelería: cocinas, lavandería, baños, duchas, piscinas, refrigeración, riego, así como el uso del agua para diversas actividades recreativas y de ocio que atraen visitantes como el golf, el buceo, o balnearios y spas.

El turismo, por lo tanto, con la combinación de mayor población y mayor consumo de agua que trae intrínsicamente asociado, genera picos estacionales de demanda de agua para los que hay que estar preparados, pese a la escasez que caracteriza algunas de las regiones más turísticas. Para ello, es básico el uso de fuentes alternativas de abastecimiento, así como, la capacidad de infraestructuras de distribución, potabilización y depuración que garantice un correcto ciclo urbano del agua para todos, residentes y turistas, las veinticuatro horas al día, siete días por semana, durante todo el año. Y en este sentido, cada vez es más evidente la necesidad de poseer infraestructuras que permitan el uso de fuentes de agua no convencional, como la desalación y la reutilización de agua.

La desalación de agua es ideal, en este sentido, dada su mayor versatilidad en relación a los caudales de producción, permitiendo ampliar su capacidad si es necesario, sobre todo en aquellas zonas costeras con turismo. Y por supuesto, teniendo en cuenta que las plantas desaladoras aseguran fiabilidad en la producción de agua, así como un agua de gran calidad para todos los usos.

 

El agua desalada supera a otras fuentes de abastecimiento en Ibiza

De hecho, la combinación de la desalación de agua con otras fuentes tradicionales de abastecimiento de agua es una realidad que cada vez conocemos mejor en nuestro país, donde desde hace varias décadas se empezaron a contruir plantas desaladoras bajo esta premisa. Un claro ejemplo de ello es Ibiza, una de las islas que más turismo estacional nacional e internacional atrae y que cuenta en la actualidad con tres plantas desaladoras (IDAM Vila Eivissa, IDAM Sant Antoni e IDAM Santa Eulària) que funcionan de media al 50% de su capacidad en los meses de invierno y al 90% en los meses de verano. Paralelamente las autoridades competentes estudian ya la ampliación de la producción diaria de al menos dos de estas instalaciones.

 

 

En 2019 (último año completo del que hay datos a la hora de redactar esta información) el suministro de agua producida en las plantas desaladoras de la isla superó por primera vez a los acuíferos. En total, las plantas desaladoras produjeron 10,7 hectómetros cúbicos, un 22% más que en 2018 y la cifra más alta de la historia. En cambio, el consumo de agua de los acuíferos de la isla, fue de 8,4 hectómetros cúbicos en 2019, el dato más bajo de los últimos 20 años.

Y si nos detenemos en la evolución histórica de los suministros de la isla, dos décadas atrás, en el año 2000, el consumo de agua subterránea era de 10,9 hectómetros cúbicos, mientras que el de desaladora se situaba en sólo 3,8. Mientras que en 2010, la explotación de los acuíferos seguía siendo prácticamente la misma (10,7 hectómetros cúbicos), pero la de las desaladoras (dos por aquel entonces) se había incrementado hasta los 6 hectómetros cúbicos. Desde entonces la cantidad de agua desalada producida ha ido en aumento, hasta consolidarse esta tendencia.

Además de asegurar el abastecimiento para una población cada vez mayor, el aumento de la capacidad de producción de agua desalada está teniendo enormes beneficios para la isla. Quizá el más relevante es la reducción en la presión sobre los acuíferos de la isla, que comenzaban a mostrar signos preocupantes. En este sentido, se están girando incluso las tornas y el agua desalada se está convirtiendo en la fuente principal. Ocurre por ejemplo en Vila, donde en invierno se ha cerrado el abastecimiento con agua de pozos y sólo se consume agua desalada, volviéndose a abastecerse de éstos en verano, para cubrir los picos de demanda del turismo, cuando no es suficiente únicamente con la producción de las plantas desaladoras.

 

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